2 Samuel 7:1-17; Lucas 1:31-33  Mesías ben David

 

Después que David se había establecido en su reinado como rey de Israel y hubo construido su propio hogar, él tenía el deseo de construir un lugar permanente de morada para el SEÑOR Dios. Hasta ahora en toda la historia de Israel, Jehová había morado entre su pueblo en la tienda de reunión llamada el Tabernáculo. David en última instancia tenia prohibida toda oportunidad de construir el templo porque él era "un guerrero y había derramado sangre" (1 Crónicas 22:8; 28:3). Sin embargo, David construyó el Templo por medio de su hijo Salomón. Él es el único hombre en las Escrituras que es llamado "un hombre conforme al corazón de Dios."

Dios hizo un pacto con David que cuando él muriera su descendiente ocuparía el trono y seria establecido en el reino (2 Samuel 7:12). Nótese cómo el Templo y el reino se relacionan el uno con el otro (2 Sam. 7:13-14). El edificio del Templo va de la mano con la eternidad del reino. Además, el reino de Dios y el reino de David están ligados inseparablemente. (Aquí está la promesa de Dios hecha a David en 2 Samuel 7:12-16).

Cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de ti, y afirmaré su reino. El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. Yo seré un padre para él, y él será un hijo; cuando el cometiere iniquidad, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; pero mi misericordia no se apartará de él como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti. Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente.

El pacto de Dios con David es "para siempre." Es una promesa que el establecimiento del reino y del trono de David son "para siempre." Señala más allá del tiempo de su hijo Salomón y la eterna continuación de los descendientes del David. La palabra "semilla" se refiere a la posteridad de una persona, o a la línea de las personas de generaciones sucesivas. La promesa incluye a un número de descendientes que serían transmitidos de padre a hijo sobre muchas generaciones.

Además, la promesa era que el trono del reino de David continuaría "a la eternidad." La casa y el reino existen de lado a lado para una duración eterna. La palabra "eternidad" debe ser tomada en su sentido absoluto. Ésta es la manera que el salmista la entendió en la realeza, en el Salmo 89:28-29. "Para siempre le aseguraré mi misericordia y mi pacto será firme con él.  Estableceré su descendencia para siempre y su trono como los días de los cielos."

El profeta Isaías vio la venida de un hijo con cuatro nombres quien gobernaría como Príncipe de Paz (Isaías 9:7). Él dijo:

"Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite,

Sobre el trono de David y sobre su reino,

Disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia

Desde ahora y para siempre.

El celo de Jehová de los ejércitos hará esto."

Otros profetas hebreos en varias ocasiones profetizaron la venida de la misma persona (cf. Daniel 2:44; 4:3, 34; 6:26; 7:13-14). Ezequiel escribió: "Mi siervo David será rey sobre ellos, y todos ellos tendrán un solo pastor; y andarán en mis preceptos, y mis estatutos guardarán, y los pondrán por obra. Habitarán en la tierra que di a mi siervo Jacob, en la cual habitaron vuestros padres; en ella habitarán ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos para siempre; y mi siervo David será príncipe de ellos para siempre" (Ezequiel 37:24-25; cf. 34:23-24).

Es obvio que ningún reino terrenal tiene duración eterna. Los reinos terrenales fallecen, uno por uno, y otros reinos toman su lugar. Esto era verdad en Israel. Después de 350 años, el reino de David acabó físicamente. Una vez que la dinastía había caído en el año 586 a.C., los judíos devotos continuaron atesorando las promesas divinas hechas a David. Ellos confiaron en que Jehová las cumpliría otra vez en un hijo muy especial de David que llamaría el Mesías (traducido "Cristo"). ¿Cómo entonces podría durar toda la eternidad?

Los eruditos del Antiguo Testamento Keil y Delitzsch tienen una observación excelente respecto a este pasaje: "La posteridad de David, por lo tanto, podría durar solamente por siempre, acabándose en una persona que viva por siempre; es decir culminando en el Mesías, quien vive para siempre, y de quién su reino no tendrá fin. La promesa por lo tanto se refiere a la posteridad de David, comenzando con Salomón y cerrándose con Cristo. . ."

La promesa a Salomón y a sus descendientes no se agota completamente en ellos. La promesa que la "semilla" de David debe perdurar por siempre se logra solamente en el último cumplimiento en Cristo.

Así como la promesa de construir la casa de Dios encuentra su último cumplimiento en Cristo, la promesa, "Yo le seré un padre a él, y él será un hijo para mí" (2 Sam. 7:14a) es completamente observada en Jesucristo, el Hijo único del Padre celestial (Hebreos 1:5). En el Antiguo Testamento, la relación entre el padre y el hijo significa la "intimidad más profunda del amor." Jesús experimentó esta intimidad con Su padre en cielo. Él dijo, "El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano" (Juan 3:35). Por supuesto, Jesús no desobedeció a Su padre y nunca estuvo en necesidad de disciplina.

Sabemos de la historia que Salomón el hijo de David construyó el Templo (1 Reyes  5:19; 8:15ff), pero, más tarde peco contra el Señor sirviendo a otros dioses. Debido a su pecado el reino fue dividido por una guerra civil cuando su hijo se hizo rey. El reino meridional seguía siendo leal a la dinastía de David (1 Reyes 11:9ff). El SEÑOR hizo justo lo que él había prometido a Salomón, pero él no retiró su promesa de amor firme.     

La simiente de David giro contra el señor y el reino les fue quitado a sus descendientes terrenales. Jesús nació de la simiente de David según la carne, después de que la casa de David hubiera caído en desgracia. Jesús levantó el trono de Su padre David otra vez, para reinar por siempre como su rey. El Dr. Lucas observó cuidadosamente esto cuando él documentó este hecho en Lucas 1:32-33. "Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin." Literalmente, "su reino no tendrá fin." Debemos tomar esas palabras a su valor aparente.

En el cumplimiento de esta profecía en 2 Samuel 7:11-13 el señor Dios dará a Jesús "el trono de su padre David." La promesa que Jehová dio al rey David encontró su último cumplimiento en Jesucristo. Su descendiente de David, según la naturaleza humana, se confirma definitivamente. La genealogía oficial del pueblo judío fue guardada cuidadosamente hasta la destrucción de Jerusalén en el año 70 a.C. Mateo presenta el pedigrí legal, según la costumbre judía, y cita la tabla de la genealogía de Jesucristo. Él escribió, "el libro de la genealogía de Jesucristo, el hijo de David, el hijo de Abraham" (Mateo 1:1). Entonces él se remonta sobre la descendencia de Jesús a través de la línea de los Reyes de la casa de David, que solamente son reconocidos como soberanos legítimos de Israel.

El rabí judío Pablo escribió de Jesús después de creer la evidencia que él había recogido. Él lo describió como uno, "acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos" (Romanos 1:3-4). El pueblo, el hombre común como el ciego, reconoce lo que él estaba diciendo: "!Jesús, hijo de David, ten misericordia en mí!" (Lucas 18:38). El sacerdote Zacarías fue lleno del espíritu santo, y profetizo diciendo: Y nos levantó un poderoso Salvador En la casa de David Su siervo" (Lucas 1:69).

Este descendiente de David durará por siempre. Él reinará sobre la casa de Jacob por siempre; Su reino nunca terminará. No es un reino terrenal o político que está en la vista aquí, solamente el reino o el gobierno de la gracia y de la verdad establecida en el corazón y las vidas de todos los que crean en él como su salvador. Jesús dijo a Pilato: a su juicio, "Mi Reino no es de este mundo; si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí.  Le dijo entonces Pilato: --Luego, ¿eres tú rey?  Respondió Jesús: -Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz" (Juan 18:36-37).

El reino del Mesías, Jesucristo, el hijo de David, es un reino de "justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo" (Roamos 14:17).

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