Deuteronomio 18:15-18  Un Profeta como Moisés

 

El hombre tiene un profundo deseo de conocer lo desconocido, y de buscar lo prohibido.

¿No sería grandioso saber lo que el mercado de valores hará en los próximos diez años? ¿Qué empresas se destacarán en crecimiento y beneficios? ¿Cuáles de ellas fracasarán y tendrán malas inversiones? ¿No sería útil saber cómo y cuándo vamos a morir y cómo planificar para ello? ¿Cuál será la mejor oportunidad de tu vida y cómo podría usted aprovecharla al máximo? Si usted tuviera un genio mágico en una lámpara, ¿qué le pediría para hoy?

¿Cuántas personas, como los hijos de Israel, trataron de comunicarse con el mundo sobrenatural a través de métodos prohibidos? Deuteronomio 18:10-12 describe algunos métodos prohibidos para tratar de conocer lo desconocido. Estos pecados estaban al mismo nivel como los sacrificios de niños. Éstos eran adivinación, la práctica de la brujería, los que interpretan los presagios, los brujos, o alguien que lanza un hechizo, los médium, los espiritistas y los que llaman a los muertos (Deu. 18:10-11). Algunos de los adivinos paganos leían las entrañas de animales sacrificados, otros estudiaban los planetas, estrellas y cometas. Algunos leían las hojas de té, estudiaban las huellas de manos de los ricos y miraban a través de bolas de cristal.

¿Por qué era prohibido? Israel era el pueblo escogido de Dios. "Oye, Israel: Jehová, nuestro Dios, Jehová uno es. 'Amarás a Jehová, tu Dios, de todo tu corazón, de toda tu alma y con todas tus fuerzas.'" Deuteronomio 6:4-5). Como su pueblo escogido ellos recibirían la comprensión de las cosas espirituales de Dios quien hablaría directamente con Su profeta designado. Las metodologías paganas sólo dieron lugar a lo egocéntrico, "haz tus propias cosas" y "sigue tu propia estrella" la manipulación de los dioses.  Terminó en el degradado de auto-adoración.

El SEÑOR Dios tiene un mejor camino para Su pueblo. Él sabe y quiere lo mejor para ellos. "Un profeta como yo te levantará Jehová, tu Dios, de en medio de ti, de tus hermanos; a él oiréis.... Un profeta como tú les levantaré en medio de sus hermanos; pondré mis palabras en su boca y él les dirá todo lo que yo le mande" (Deuteronomio 18:15, 18).

Debido a que Dios hablo directamente al profeta, hacer caso omiso de esa palabra llevaría a un juicio divino (Deu. 18:19). "Más a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta." Los que escuchan, así como aquellos que optan por no escuchar las palabras se toman como responsables.

¿Cómo podría la gente distinguir entre los verdaderos y los falsos profetas? Moisés les dio a ellos, y a nosotros, una prueba sencilla en 18:20-22. "Si el profeta hablare en nombre de Jehová, y no se cumpliere lo que dijo, ni aconteciere, es palabra que Jehová no ha hablado; con presunción la habló el tal profeta; no tengas temor de él" (Deu. 18:22).

Las palabras del profeta tenían que estar de acuerdo con lo que Dios ya había revelado. La verdadera palabra profética no iba a contradecir lo que Dios ya había hablado. Esta es la razón por la que la Escritura es su propio y mejor comentario. El falso profeta sería descubierto por el hecho de que su mensaje no seguiría lo que Dios ya había revelado en el pasado. La segunda prueba es que la verdadera profecía sucederá. La verdad de la palabra hablada y escrita se encuentra en su realización histórica. En el transcurso del tiempo en el ministerio de un profeta, el carácter de profeta como portavoz auténtico de Dios claramente emerge. Los falsos profetas serían descubiertos por sus propias predicciones incumplidas (Deu. 18:21-22).

Después de la muerte de Moisés, grandes cambios tendrían lugar en Israel. Conocer la voluntad de Dios era imperativo para que el pueblo de Dios mantuviera su comunión con Él. Es alentador que Moisés prometió que Dios enviaría a un profeta (18:15-18). La gente  discerniría entre los profetas verdaderos y los falso profetas (Deu. 18:19-22), y no tendrían la necesidad de acudir a dichos superficiales y falsos. El pueblo encontraría  en Israel una palabra segura de Yahvé. El Señor dijo que enviaría un profeta "como Moisés." Él se asemejaría a Moisés en el respeto y el liderazgo. Él actuaría como mediador entre Yahvé y su pueblo. Él daría a conocer la voluntad del SEÑOR.

La expectativa del Mesías no era desconocida para Moisés, ni para Israel en su tiempo. El llamado de este profeta ideal sería perfectamente igual como fue el de Moisés. Se llevaría a cabo Su función profética de la misma manera de Moisés.

Ninguno de los profetas hebreos era igual a Moisés. Cada uno de ellos edificados sobre el fundamento de Moisés y la ley.

Ha sido demostrado satisfactoriamente que la interpretación mesiánica de Deuteronomio dieciocho era el predominio de uno entre los ancianos Judíos, y que fue predominante durante el tiempo antes del Nuevo Testamento. Incluso si el intérprete moderno ve una pluralidad de los profetas en el pasaje, siempre sigue siendo el profeta ideal el centro de atención. Mediante la iluminación del Espíritu Santo, Moisés sabía que en algún momento futuro, una persona real, en cierto sentido, el único profeta aparecería. Ese profeta es Jesucristo. De hecho, todos los profetas hebreos esperaban con interés la llegada de los días de Cristo. Un individuo, un segundo Moisés sería el representante de todos los profetas por excelencia.  

¿Qué hace a Jesucristo un profeta como Moisés?

Al igual que Moisés enseñaría al pueblo de Dios sobre cómo conocer la voluntad de Dios.

Moisés "enseñaba" al pueblo los "estatutos y decretos, como Jehová mi Dios me mandó" (Deuteronomio 4:5). Jesús habló "cosas ocultas del pasado." Él estaba lleno del Espíritu del Señor con "sabiduría y entendimiento, con espíritu de consejo y de poder, con espíritu de conocimiento" para mostrar a su pueblo como "caminar por sus sendas" (Salmo 78:2; Isaías 11: 1-2; 2:3). En el comienzo de su ministerio Jesús visitó la sinagoga de su pueblo natal de Nazaret. El rollo que contiene Isaías 61:1-2 se entregó a Él y Él leyó en Su función profética. "El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová" (Lucas 4:16-19). Jesús hablaba en parábolas y la gente lo reconoció como un hombre de integridad que había venido de Dios (Juan 3:2). Al igual que Moisés, Jesús dio de nuevo la ley al proclamar la gran manifestación del Reino de Dios, el Sermón de la Montaña (Mateo 5-7). Pedro le preguntó: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente" (Juan 6:68-69). Sí, como más que un profeta estaba entre Su pueblo enseñándoles Su Palabra.

Como Moisés, Jesús predijo con exactitud los acontecimientos futuros.

Sus predicciones tienen una semejanza asombrosa de Moisés para predecir el futuro. Moisés habló de las graves consecuencias a la desobediencia (Deuteronomio 28-29) cuando el pueblo se volviera a "dioses ajenos y les sirvieran" porque sabía la intención de su corazón" (Deu. 31:20-21). Jesús profetizó de graves consecuencias para el templo, debido a la apostasía de la gente. "¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada" (Mateo 24:2, cf. Lucas 19:41-44; 21:24). Esta profecía de Jesús se cumplió literalmente en el año 70 d.C. cuando los romanos destruyeron la ciudad de Jerusalén y el Templo. Hasta el día de hoy las ruinas del templo son un testimonio de la veracidad de Jesús como el profeta del Señor. Él fue coherente, completo y definitivo en Su revelación. Todo lo anunciado previamente era referente a Su venida y Su muerte por nuestros pecados, y Su resurrección de entre los muertos. Jesús enseñó, en varias ocasiones, en el Templo y las sinagogas, "Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día" (Lucas 9:22).

Sin embargo, así como Moisés juzgo al pueblo, Jesús volverá como nuestro juez.

Moisés fue el Legislador y el juez (Éxodo 18). Él hizo hincapié en que aquellos a los que él delegó la responsabilidad de discernir los casos, "No hagáis distinción de persona en el juicio; así al pequeño como al grande oiréis; no tendréis temor de ninguno, porque el juicio es de Dios; y la causa que os fuere difícil, la traeréis a mí, y yo la oiré" (Deuteronomio 1:17) Jesús dijo: "Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió" (Juan 5:22-23, cf. 2 Corintios 5:10). Sí, el juez puede aparecer muy pronto. ¿Estamos listos para pararnos delante de Su estrado?

Los contemporáneos de Jesús observaron y concluyeron que él era el profeta enviado por Dios. Felipe fue uno de los primeros testigos. Él dijo a Natanael: "Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas" (Juan 1:45). Incluso los samaritanos despreciados, basaron sus expectativas del Mesías con estas palabras de Moisés. "Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará (entera y completamente, de arriba hacia abajo) todas las cosas." Él es el profeta (Juan 4:25). Después de que Jesús alimentó a 5.000 personas ellos llegaron a la conclusión siguiente: "Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo" (Juan 6:14). El pueblo esperaba que el profeta fuera como Moisés. Jesús les dijo a los Judíos que lo estaban persiguiendo, "No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él" (Juan 5:45-46). Esteban reconoció a Jesús como el profeta de quien Moisés había hablado (Hechos 7:37). El apóstol Pedro cerró un gran sermón con una cita de Deuteronomio 18:15, 19. Él recordaba a la gente que Jesús es el profeta semejante a Moisés, "y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo" (Hechos 3:22-23).

Por otra parte, Dios el Padre habló desde la nube en la transfiguración de Jesús y dijo: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd" (Mateo 17:5). ¿Nos atrevemos a escuchar las muchas voces estrepitosas en nuestro día? Tú, oh Señor Jesús, solamente, tienes palabras de vida eterna.

Si usted necesita ayuda para llegar a ser cristiano aquí esta un regalo para usted.

 
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