Éxodo 25:17-22  El Trono de la Gracia de Dios -- Su Propiciatorio

 

Muchos estudiosos han observado que casi todas las expresiones empleadas para describir el significado del tabernáculo también se utilizan en referencia al cielo. Esto es así porque el tabernáculo terrenal siguió el modelo del que está en el cielo (Éxodo 25:9, 40; 26:30; 27:8; Números 8:4; Hechos 7:44; Hebreos 8:1-5; 9:11-12).

¿Cómo es posible para un Dios tres veces Santo morar en medio de un pueblo pecador? El  acuerdo de Dios en ambos, en el Antiguo y el Nuevo Testamento, es por medio de la sangre de la expiación, rociada sobre el Propiciatorio -- el trono de la misericordia de Dios.

El trono de Dios es un trono de sangre rociada. No existe otra forma de  acercarse a un Dios santo.

Nada fue dejado al azar en algo tan serio como el encuentro de un Dios santo y justo con el hombre pecador. Esto fue un asunto serio. El Tabernáculo simbolizaba el único camino en que un pecador puede acercarse a Dios.

Dios reveló el camino de acercamiento para el hombre en los libros de Éxodo y Levítico. El hombre puede llegar a Dios sólo a través del derramamiento de sangre. Hemos observado la incipiente enseñanza sobre este tema en Génesis 3:21; 4:4; 8:20-21; 15:12ff; 22:8, y el Éxodo 12:13, 23.

La enseñanza clara en el simbolismo del Tabernáculo es la expiación por el pecador culpable en el Propiciatorio. Dios declaró Su santidad y puso en manifiesto el propósito de la redención. Declaró cómo Él podría ser un Dios justo y, al mismo tiempo justificar al pecador culpable (Romanos 3:26-30).

El Tabernáculo representa vívidamente el lugar del sacrificio en el fluido y rociamiento de la sangre; y la llegada del perfecto Cordero de Dios que quitaría el pecado del mundo. Interiormente simbolizo el lugar donde Dios se encontraba con el hombre pecador en el Propiciatorio.

El Tabernáculo estaba compuesto por dos habitaciones separadas por un espeso velo o cortina tejida. La primera habitación se accedía desde el exterior y era llamado el Lugar Santo. La segunda habitación se accedía desde el Lugar Santo y fue llamado el Lugar Santísimo. Sólo había una pieza de mobiliario en el Lugar Santísimo y era el Arca de Pacto con el Propiciatorio encima de él.

EL ARCA DEL PACTO

El Arca del Pacto era un cofre cerca de 23 pulgadas de ancho, 39 pulgadas de largo y 23 pulgadas de alto, hecho de madera y cubierto de oro por dentro y por fuera en todos sus lados. Dentro de este cofre había una vasija de oro con el maná, las dos tablas de la Ley y la vara floreciente de Aarón. El cofre estaba montado sobre cuatro patas y tenía cuatro anillos para los dos polos cubiertos de oro por los que se cargaba el arca. El rey David llamó el Arca "el estrado de los pies de nuestro Dios" (1 Crónicas 28:2).

El Arca contenía el testimonio de Dios para Israel. El Arca del Pacto estaba "cubierta de oro por todas partes, en la que estaba una urna de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que reverdeció, y las tablas del pacto" (Hebreos 9:4, RV 1960). El servicio del Tabernáculo no tenía sentido y ni valor sin el Arca del Pacto. Simbolizó el lugar donde Dios en Su trono se reunió con Su pueblo.

Los eruditos Judíos han señalado con frecuencia que el Arca era un símbolo de que Dios estaba presente entre su pueblo y que Su bendición del pacto descansaba sobre ellos. El santuario fue construido para ningún otro propósito, sino para ser como una casa, una morada para el Arca (cf. Éxo. 26:33).

El Arca contenía las tablas del pacto o los Diez Mandamientos que expresaban las obligaciones del pueblo escogido de Dios. Cristo es la única persona que ha vivido según las exigencias de la ley.

El Arca contenía una urna de maná como un testimonio de la provisión de Dios para Su pueblo durante su viaje de cuarenta años antes de que entraran en la tierra prometida. Ésta anunciaba a Cristo como el Pan de Vida. La provisión diaria de maná demostraba la gracia de Dios ante la necesidad de Su pueblo en el desierto.

El tercer instrumento era  la vara  de Aarón que reverdeció recordó al pueblo sobre la rebelión contra el liderazgo de Moisés y Aarón (Números 17). La vara de Aarón había echado brotes, y floreció, y dio almendras. Éste fue un testimonio en contra de los rebeldes. La vara muerta de madera de almendro recibió la vida y dio frutos, al igual que el Mesías escogido de Dios vino a la vida después de Su crucifixión y hasta hoy da fruto.

El Arca es conocida por varios nombres en el Antiguo Testamento. Es "el arca del testimonio" (Éxodo 25:22), "El Arca del Pacto" (Números 10:33), "El arca del pacto de SEÑOR" (Josué 3:17), "el Arca de Dios" (1 Samuel 3:3), "el Arca de Jehová el SEÑOR Dios" (Yahvé) (1 Reyes 2:26). Es "el arca santa" en 2 Crónicas 35:3, y "el arca de tu poder" (Salmo 132:8).

Fue cargada en el desierto, de un lugar de acampar a otro, por dos polos cubiertos de oro llevados en los hombros de los Levitas (Éxo. 25:12-15; cf. 2 Samuel 6:2-11).

El Arca del Pacto tipifico a  la persona de nuestro Señor Jesucristo. El Propiciatorio es el lugar donde Dios recibió al representante de Su pueblo purificado por la sangre. Éste era el lugar de la misericordia.

EL PROPICIATORIO

Una capa sólida de oro puro formo la tapa en la parte superior del Arca, y fue llamada el Propiciatorio o kapporeth. Era la cubierta o techo en el Arca y significo el recubrimiento o la eliminación de los pecados por medio del sacrificio expiatorio. El Propiciatorio significa el lugar de propiciación. Recibió su nombre de la sangre de la propiciación, que fue rociada sobre el en el Día de la Expiación (Lev. 16). Es el lugar donde la justicia y la misericordia se encuentran. La sangre de la víctima inocente en el Propiciatorio se encuentra con las exigencias de la Santa Ley de Dios. El trono de la gracia del Antiguo Testamento era el lugar donde Dios exhibió Su presencia, y se encuentra con el hombre a través de Su gracia.

La cubierta del cofre de oro sólido puro fue de 23 pulgadas x 39 pulgadas y el más valioso de todos los instrumentos sagrados. Tenía dos querubines (pl. de "querubín") uno frente al otro moldeado en la tapa. Estos querubines de oro, probablemente representaban a ángeles con alas en presencia de Dios simbolizando Su santidad.

Éxodo 25:17-22 describe el Propiciatorio.

"Y harás un propiciatorio de oro fino, cuya longitud será de dos codos y medio, y su anchura de codo y medio. Harás también dos querubines de oro; labrados a martillo los harás en los dos extremos del propiciatorio. Harás, pues, un querubín en un extremo, y un querubín en el otro extremo; de una pieza con el propiciatorio harás los querubines en sus dos extremos. Y los querubines extenderán por encima las alas, cubriendo con sus alas el propiciatorio; sus rostros el uno enfrente del otro, mirando al propiciatorio los rostros de los querubines. Y pondrás el propiciatorio encima del arca, y en el arca pondrás el testimonio que yo te daré. Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandare para los hijos de Israel."

El Propiciatorio era el trono de Dios aquí en la tierra en medio de Su pueblo escogido. En el Lugar Santísimo estaba la gloria Shekinah, que simbolizo, en representación visible, la presencia de Dios entre los querubines sobre el propiciatorio. En el rociado de la sangre en el Día de la Expiación, representa a un Dios santo que se encuentra con el hombre pecador en el Propiciatorio.

El Tabernáculo deja claro que el pecador no podía acercarse a Dios por mérito propio. Estaba condenado ante los ojos de Dios. "El alma que pecare esa morirá" (Ezequiel 18:4). "La paga del pecado es muerte" (Romanos 6:23). Esto no es el producto de la imaginación o la paranoia de una mente enferma. Es la verdad objetiva. El pecado separa al hombre de Dios. Un Dios Santo expulsa al hombre pecador fuera del Tabernáculo por las paredes y los velos. Nuestros pecados nos expulsan de la presencia de un Dios tres veces Santo.

Sólo en el Día de la Expiación, Yom Kippur, una vez al año, una sola persona entraba en el velo del Lugar Santísimo y rociaba la sangre del sacrificio sobre el propiciatorio (Levítico 16:13-16). "Tomará luego de la sangre del becerro, y la rociará con su dedo hacia el propiciatorio al lado oriental; hacia el propiciatorio esparcirá con su dedo siete veces de aquella sangre" (Levítico 16:14). Esto predecía, en una manera figurativa, el día en que nuestro Gran Sumo Sacerdote atravesaría el velo y haría expiación por nuestros pecados. La sangre del sacrificio por el pecado fue rociada sobre el Propiciatorio que constituía el trono de Yahvé. Allí Su santidad y la justicia infinita se encontraron con Su misericordia. Dios estaba satisfecho con el sacrificio sustituto por el pecado.

CRISTO ES NUESTRO PROPICIATORIO

Sobre Su trono de gracia, el Señor nuestro Dios se encuentra con el hombre pecador en el Calvario. Jesucristo derramó Su sangre santa  y pura por nuestros pecados de una vez por todas, alejando la ira de Dios y derribando el muro que nos separa. En la cruz Dios juzgó y lidió con nuestros pecados. Cf. Hebreos 10:10-14, 19-31; Romanos 5:8-10; 1 Pedro 3:18; Efesios 2:13.

Cristo es nuestro Propiciatorio (Romanos 3:24-25). Él es nuestro "Sacrificio Propiciatorio." El pecador creyente esta " siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados…"

La palabra griega traducida como "propiciación" o "un sacrificio propiciatorio" en Romanos 3:25 es idéntica a la que se traduce "propiciatorio" en Hebreos 9:5. Nuestros pecados fueron eliminados por medio del sacrificio expiatorio de Jesucristo. Cristo es nuestro Propiciatorio, en virtud de la propiciación que Él ofreció a Dios. Él es nuestra "propiciación" (1 Juan 2:2; 4:10). Él es el sacrificio que satisfizo la justicia de Dios ofendido. Las exigencias justas de Dios se habían cumplido y satisfecho a través de la muerte de Cristo en la cruz.

"Por lo cual (Cristo) debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo" (Hebreos 2:17) "Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo" (1 Juan 2:2).

Jesucristo entró en un Tabernáculo no hecho de manos. "Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre. Porque todo sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios; por lo cual es necesario que también éste tenga algo que ofrecer" (Hebreos 8:1-3). "Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención" (Hebreos 9:11-12).

¿Qué ve Dios cuando entramos en Su presencia? Él ve la sangre de Jesús (10:19-22). Cuando Él ve la sangre, Él sabe que todas Sus exigencias en contra de nosotros se han cumplido en todas Sus fases y Su justicia ha sido exaltada por medio de la muerte de Jesús. Él ya no tiene una sentencia en contra de nosotros. Él nos invita a acercarnos a Él.

Jesucristo es nuestro sacrificio propiciatorio.

Él es el único medio para alejar la justa ira de Dios hacia el pecador inmundo. La idea pagana de propiciación no  es encontrada en el concepto de propiciación del Nuevo Testamento. El hombre en su naturaleza pecaminosa no puede cambiar la disposición de un Dios santo y justo. El hombre pecador no puede producir en un Dios santo una actitud favorable. Dios es propiciado por Su propia provisión hecha en el sacrificio vicario, sustituto y expiatorio de Su Hijo, Jesucristo, en el Calvario. El hombre pecó y trajo sobre sí la ira de Dios. Jesús anula el poder del pecado  que separa a Dios y el hombre. Jesucristo es nuestro revestimiento para el pecado. Su único sacrificio encarna todos los sacrificios simbólicos en las enseñanzas del Tabernáculo.

"En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados" (1 Juan 4:10).

La ira de Dios es Su antagonismo establecido, controlado y santo en contra de todo pecado. La propiciación es el apaciguamiento de la ira de Dios, por medio del amor de Dios, a través del regalo de Dios. Jesucristo es el Gran Sumo Sacerdote y al mismo tiempo, el sacrificio perfecto por nuestros pecados. Dios tomó la iniciativa en Su puro e inmerecido amor y alejo su propia ira, a través de Su propia sangre. La justicia perfecta de Dios ha sido cumplida. Nuestra deuda de pecado ha sido pagada totalmente. La santidad de Dios ya está satisfecha. Por lo tanto, la ira de Dios ha sido alejada. ¡Gracias a Dios! Si optamos por ir al infierno es por nuestra propia elección. Dios ha hecho el revestimiento perfecto de nuestros pecados en su Propiciatorio.

El apóstol Pablo resumió perfectamente lo que Dios estaba haciendo. "Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros seamos justicia de Dios en él" (2 Corintios 5:19-21). Un justo y santo Dios ve la sangre de Jesús que ha hecho expiación por nuestro pecado, y Él ve el creyente vestido de la justicia perfecta de Cristo.

Dios vino a donde el hombre se reuniría con él en comunión. Cuando el pecador no podía ir al cielo debido a su lejanía de la gloria de Dios, Dios en la persona de Su Hijo vino del cielo a la tierra "para llevarnos a Dios" (1 Pedro 3:18). Dios ofrece una invitación a cada uno de nosotros "Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro" (Hebreos 4:16). "Sigamos acercándonos" con confianza al lugar donde Dios se encuentra con nosotros en Cristo.

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