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Valera Revision 1995.
Usado con permiso.
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© Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Used
by permission. Escritura
citas de "LBLA"
es la
Biblia de las Américas (c) 1973, y la
actualización de 1995 por la Fundación
Lockman. Usado con permiso.
Éxodo
27:1-8 El Altar del Bronce
El Señor
Dios es un Dios santo y él debe tener un pueblo
santo.
Las
alabanzas de sacrificio ofrecidas por los Hebreos
vívidamente retratan la pecaminosidad del hombre
versus la santidad de Dios.
¿Por qué
la necesidad de todos estos sacrificios sangrientos
que encontramos en la adoración hebrea? Pecado. El
pecado es feo. El pecado es tan sangriento como lo
es el sacrificio. Si usted piensa
que los sacrificios sangrientos son repulsivos a la
gente sensible, piense también cómo es de repulsivo
nuestro pecado ante un Dios Santo y justo. Los
sacrificios y las ofrendas eran esenciales para la
adoración ofrecida a Dios a partir de la época de
Abel. Dios dio a Moisés las instrucciones
específicas que gobernaban estas ofrendas en el
Monte Sinaí
El
mizbeach o "lugar de masacre"
era el altar de bronce (Éxodo 27:1-8). Estaba en la
entrada de la aproximación a Jehová. Era la primera
cosa que el adorador miraba al aproximarse al
Tabernáculo. Estaba justo en la puerta, fácilmente
accesible, sin equivocaciones ni errores. Cada uno
que pasaba a través de la cortina pasaba por el
altar ensangrentado de los sacrificios de animales o
no pasaba. El hombre solo podía aproximarse a Dios
por medio de los sacrificios.
La
necesidad para el sacrificio
Cada
sacrificio era el de una vida que estaba parada en
el lugar de otra. El sacerdote hacia la "expiación"
para la gente que ofrecía el sacrificio. El
significado de la palabra "expiación" era el de
"cubrir, cubrirlo ante Dios." Quitaba el poder del
pecado que había entre Dios y el hombre. No
significa hacer un pecado que no ha ocurrido, ni
tratarlo como que no exista. Eso sería imposible,
debido a la realidad del pecado. El hecho es que
"por cuanto todos pecaron y están destituidos de la
gloria de Dios" (Romanos 3:23). El objeto expiado es
el alma del pecador. La sangre cubría el alma del
pecador ante la santidad de Dios. El poder de hacer
la expiación estaba en la sangre del sacrificio.
Cada uno de estos sacrificios en el viejo testamento
anticipó la expiación o el sacrificio sustitutivo de
Cristo.
El pecador
no podía acercarse a Dios excepto si hubiera sido
limpiado por la sangre. Por la santidad de Dios,
podemos decir: "Y según la Ley, casi todo es
purificado con sangre; y sin derramamiento de sangre
no hay remisión" (Hebreos 9:22). El pecado es una
seria muerte espiritual. Vivimos en una época cuando
la gente piensa que el pecado es casi como si
tuviera una gripe. No es así ante los ojos de Dios.
"La paga del pecado es la muerte" (Romanos 6:23).
"El alma que pecare ciertamente morirá" (Ezequiel
18:4). El pecado es un asunto serio.
El fuego
que estaba quemando constantemente en el Altar de
Bronce, también consumía constantemente el
sacrificio. Esto era un recuerdo sangriento del
pecado. El humo continuo de los sacrificios era un
constante recuerdo de lo mal que nuestros pecados
son ante los ojos de Dios. Es feo y desagradable,
porque nuestros pecados son feos delante de sus
ojos. "El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino
que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará
también con él todas las cosas?" (Romanos 8:32) Esto
nos demuestra cuán repulsivo es el pecado ante los
ojos de Dios.
Jesús
en el altar
Jesucristo
es el Altar de Bronce, la ofrenda por el pecado y el
Sumo Sacerdote, todo al mismo tiempo. La Cruz era el
altar del Cordero de Dios que vino a quitar los
pecados del mundo.
Jesús es
nuestro todo suficiente salvador. Él se dio en el
altar del sacrificio por usted y por mí. Él no se
llevó nada consigo. El fuego de la ira santa de Dios
quemo a Cristo como nuestro substituto por el
pecado. La ira divina estaba dirigida contra él. Él
recibía el juicio del pecado, no por sus propios
pecados, sino por los nuestros.
Cristo se
hizo nuestro sustituto en pecado y murió en nuestro
lugar. "Al que no conoció pecado, por nosotros lo
hizo pecado, para que nosotros seamos justicia de
Dios en él" (2 Corintios 5:21).
Cuando
Jesús murió en la cruz, todos nuestros pecados le
fueron imputados a Él. Todos nuestros pecados le
fueron cargados a su cuenta. Cristo nunca peco. El
justamente lo que hacía el devoto judío cuando
colocaba sus manos en la cabeza del animal y
confesaba sus pecados. Dios trato a Cristo como si
él hubiese cometido todos esos pecados. El no murió
por sus propios pecados. El murió por mis pecados.
Jesús murió en la cruz como mi representante. "La
paga del pecado es la muerte." El sufrió mi muerte.
Jesús pago por todos mis pecados y los suyos. Debido
a que nosotros hemos depositado nuestra fe en
Cristo, Dios no ve más nuestros pecados y los ha
olvidado. A cambio Dios ha puesto en nuestra cuenta
la justicia de Cristo.
Esto nos
recuerda Isaías 53:4-5, 10, 12
"Ciertamente llevó él nuestras enfermedades
y
sufrió nuestros dolores,
¡pero
nosotros lo tuvimos por azotado,
como
herido y afligido por Dios!
"Más
él fue herido por nuestras rebeliones,
molido
por nuestros pecados.
Por
darnos la paz, cayó sobre él el castigo,
y
por sus llagas fuimos nosotros curados.
"Jehová
quiso quebrantarlo,
sujetándolo
a padecimiento.
Cuando
haya puesto su vida en expiación por el pecado,
verá
descendencia, vivirá por largos días
y
la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.
"Por
tanto, yo le daré parte con los grandes,
y con los
poderosos repartirá el botín;
por
cuanto derramó su vida hasta la muerte,
y
fue contado con los pecadores,
habiendo
él llevado el pecado de muchos
y
orado por los transgresores."
El pecador
culpable había perdido su vida pecando. Él tendría
que morir para pagar su deuda del pecado o para
encontrar un substituto aceptable. El inocente debía
morir por la parte culpable. Cristo fue a la cruz y
enfrento el fuego intenso del juicio de Dios contra
el pecado. El pecado fue juzgado y las deudas del
pecado fueron pagados por completo
El autor
de Hebreos pregunta: "¿cuánto más la sangre de
Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se
ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará
vuestras conciencias de obras muertas para que
sirváis al Dios vivo?" (Hebreos 9:14)
Si los
Israelitas rechazaron el sacrificio en el altar de
bronce él del se canceló a si mismo de la
misericordia y gracia de Dios y sufrió su propia
muerte por el pecado. El que rechaza a Jesucristo
como el sacrificio perfecto por sus pecados se corta
por siempre de Dios y sufre el castigo eterno para
sus propios pecados. Sin embargo, cada pecador que
invoca el nombre del señor será salvado.
"Él mismo
llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero,
para que nosotros, estando muertos a los pecados,
vivamos a la justicia. ¡Por su herida habéis sido
sanados!" (1 Pedro 2:24)
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