La Perfecta Expiación para el Pecado Personal

 

El día más importante en el calendario religioso Judío es el Día de la Expiación (Levítico 16). Es este día central del Judaísmo aun cuando el sistema de sacrificios llegó a su fin con la destrucción del templo en el año 70 d.C. Es el más alto día sagrado en el Judaísmo.

En el día de la Expiación el sumo sacerdote entró en el Lugar Santísimo del tabernáculo en el desierto, y después en el templo de Jerusalén, para hacer expiación por los pecados del pueblo de Israel.

La palabra expiación significa "cubrir" el pecado, y por tanto,  "eliminar", "borrar", "cubrir". De esta manera el sacrificio "elimina" la culpabilidad del pecado del hombre ante Dios. La eliminación del pecado realiza la reconciliación entre el hombre y Dios. Quizás esta es la razón por lo que los rabinos Judíos lo llamaron el "Día" o el "Gran Día".

Dios proveyó el Día de la Expiación para evitar Su ira por los pecados ya cometidos y garantizar Su presencia con Su pueblo.

El sacrificio de la primera cabra y el envío de la segunda para morir lejos en el desierto, estaban destinadas a la limpieza de la nación, el sacerdocio, y el santuario del pecado.

Cada sacrificio en el tabernáculo alcanzó su clímax en ese día. Algo quedo sin hacer en el sacrificio diario y los rituales para cubrir el pecado. Sólo un día del año, el sumo sacerdote podía entrar en el Lugar Santísimo y reunirse con Dios ante el asiento de misericordia. Sólo en el Día de la Expiación podría el representante de las personas entrar en el más solemne lugar entre Dios y el hombre. Fue sólo con el sacrificio de sangre del animal sustituto que Él podía entrar en nombre del pueblo y él mismo.

¿Por qué este sacrificio especial por el pecado? Jehová Dios es un Dios santo que no permitirá el pecado en Su presencia. Todas las ofrendas juntas por el pecado no podían proveer por los pecados desconocidos. Con este sacrificio especial Dios proveyó por una completa expiación de todos los pecados cometidos durante el año (Lev. 16:33).  ¿Lo hizo?

En realidad, el sacrificio de expiación en este día tan especial no cubre todos los pecados de una vez por todas, porque tuvo que ser repetido anualmente. Fue un "tipo" junto con todos los demás sacrificios Judíos de la expiación, que Dios un día quería proveer el sacrificio perfecto el Cordero de Dios, Jesucristo. Nuestro gran sumo sacerdote, Jesús Cristo, ofrecido a sí mismo en el derramamiento de su propia sangre en el Calvario para expiar los pecados del mundo (Hebreos 9:11, 12; Rom. 3:25; 5:9-10; 1 Cor. 5:7; 2 Cor. 5:18-21; Gál. 3:13-14; 1 Ped. 1:18-19; 1 Juan 2:2, 4:10; Apo. 5:9).

La muerte de Jesucristo es el cumplimiento de todo lo que fue representado en el sistema expiatorio del Antiguo Testamento. Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo (2 Cor. 5:19).

El sacrificio de Jesucristo garantiza nuestra "eterna redención." Lo que el  imperfecto sacrificio de los animales no puede hacer, Jesucristo lo hizo de una vez por todas para todos los que en Él creen.

Cristo nos representó en Su muerte. Él es nuestro sustituto. "Uno murió por todos" (2 Cor. 5:14). Nuestro abogado ante el Padre en defensa de nuestro caso, con Su sangre (1 Juan 2:2). Dios gentilmente proveyó el sacrificio perfecto por nuestros pecados. Fue un acto de gracia de Dios para el hombre pecador. La muerte de Jesucristo es lo que ofrece expiación por el pecador. Nosotros podemos venir ante la presencia de Dios solamente por la sangre (Mat. 26:28; Luc. 22:20; Col. 1:20). La expiación de Jesucristo es de una vez por todas, nunca se repite.

En el Antiguo Testamento la idea de la sustitución es frecuente en la expresión "por nosotros", "por mí". Jesús "se dio a sí mismo en rescate por todos" (1 Tim. 2:6ª; 2 Cor. 5:21; Marco 10:45). Se convirtió en una "maldición por nosotros" (Gálatas 3:13). El derramamiento de sangre fue central para hacer expiación por el pecado. Una muerte ocurrió. Alguien murió por el castigo del pecado (Hebreos 9:22; Rom. 5:8; Juan 1:29, 36; 1 Ped. 1:18-19).

Una de las expresiones más claras de la idea de la sustitución es la involuntaria profecía del sumo sacerdote Caifás en el juicio de Jesús en las primeras horas de la mañana del día en que Jesús murió. "ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca" (Juan 11:50).

Es fundamental que cada individuo se apropie de la expiación de Jesucristo por la fe. Nadie más lo puede hacer por usted. Usted debe poner su fe en Cristo como su sustituto, a fin de ser salvo del pecado y de pasar la eternidad con Dios en el cielo.

Selah!

Mensaje por Wil Pounds (c) 2009 traducido por Katia Blandin

 

 
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