Tras un examen sólo hay una manera de explicar los cambios drásticos y los resultados de las actitudes y motivaciones de un rabino Judío, Saulo de Tarso. Él era un hombre vencedor. Fue en sus propias palabras, "un siervo de Cristo Jesús... y  reservado para el evangelio de Dios." La más poderosa fuerza transformadora en su vida fue una relación íntima personal con Jesucristo.

Fue en el amor con el Señor Jesucristo resucitado, a quien había conocido en el camino a Damasco. Él fue un hombre cambiado. Ya no era él tratando de agradar a Dios y ganar la salvación   esforzándose por hacer buenas obras. Ahora él estaba descansado en el trabajo completo de salvación de Dios en Cristo en la cruz.

Pablo escribió, "sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado" (Gálatas 2:16).

Martín Lutero no tuvo paz con Dios a pesar de que él desesperadamente quería agradar a Dios. El más severo Martín trabajó en ganar la paz con Dios, ese sentido de aceptación se convirtió para él el más difícil de alcanzar. En realidad llegó al  punto en que odio a Dios debido a los imposibles estándares que él pensó Dios impone en el hombre pecador inmoral.

Un día mientras él estaba estudiando Romanos 1:16-17, Dios le habló con profunda convicción de la verdad de Su Palabra. "La persona justa por la fe vivirá." Dios abrió sus ojos en el hecho de la salvación, que la justicia aunque él la anhelaba tener no puede ser ganada, merecida, o adquirida por la virtud del hombre, sino que es una justicia de Dios, libre dada a todos los que la reciben por fe.

"Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito" (Romanos 1:16-17).

No tenemos nuestra propia justicia para traer a Dios porque somos pecadores en bancarrota. Recibimos la justicia de Dios no a través de alguna de nuestras propias obras; sino por la fe solamente en la obra de Cristo.

Cuando ponemos nuestra fe en Cristo, tomamos Su palabra y creemos lo que Él dice acerca de nosotros y de Su gracia salvadora en Cristo.

Lutero dijo: "Yo  no tenía amor por ese santo y justo Dios que castiga a los pecadores. Yo estaba lleno con una secreta ira contra Él. Lo odiaba. . .  Pero cuando aprendí como la justificación del pecador procede  de la libre misericordia de nuestro Señor a través de la fe, entonces me sentí como nacer de nuevo, como un hombre nuevo."

Lutero, al igual que Pablo, descubrió que el Cristianismo es Jesucristo.

¿Usted ama al Señor Jesucristo? ¿Él ocupa sus pensamientos? ¿Es Él el centro de su atención? ¿Habla usted a menudo con él?

¿Usted ama a Jesús? ¿Usted lo ama con todo su corazón? ¿Usted lo ama con todo su ser? No hay nada como ser conquistado por Su amor. Te levanta de lo "superficial y egoísta, constantemente cambiando el flujo y reflujo de las corrientes de cultura de arena" en nuestro día. Que nuestra propia persona,  como el "hombre en Cristo", sea llenado con más y más de Él "el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gálatas 2:20), porque " tú no te perteneces a ti mismo, habéis sido comprados por un precio" (1 Cor. 6:20).

Pablo amaba a Cristo, y esa es la única manera que tú puedes explicarle. Había sido conquistado y cautivado por la vida del Señor Jesucristo. Creo con todo mi corazón que cuando Él ha conquistado nuestros corazones, le amaremos a Él del mismo modo y entonces y sólo entonces nuestros contemporáneos dirán de nosotros, "Hay un hombre, o hay una mujer, o hay una persona joven en Cristo."

Selah!

Mensaje por Wil Pounds (c) 2009 traducido por Katia Blandin