"Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (Romanos 5:8).

Las Escrituras son muy claras de que la ira de Dios viene sobre los pecadores, o que el Hijo de Dios muere por ellos. O los pecadores son castigados por sus pecados, o allí ocurre una sustitución. Ya sea el pecador muere o el sustituto muere.

Cuando Jesucristo se convirtió en "una maldición por nosotros", de acuerdo con Gálatas 3:13-14, Él cargo todas las consecuencias de nuestros pecados. Cuando Dios le hizo pecado para que nosotros pudiéramos convertirnos en "la justicia de Dios", entonces de algún modo Él tomó sobre sí mismo nuestros pecados para que no los carguemos más (2 Corintios 5:21).

Dios hizo morir a Jesús como nuestro sustituto porque la paga del pecado es la muerte.

Cristo murió por nosotros; él murió esa muerte nuestra que es la paga del pecado. En la muerte de Cristo, Dios condenó nuestros pecados de una vez por todas. Todas las condenaciones de Dios cayeron en un golpe fatal sobre Cristo. Esta fue una sentencia divina ejecutada por Dios por todos los pecados.

El método cristiano de justificación es uno que es  sustituto. Se basa en el aspecto sustituto de la expiación. El pecador es absuelto por la sangre derramada de Cristo. Él sufre lo que Dios hace al pecado. La muerte de Jesús hace visible lo que sucede cuando el hombre tiene a Dios contra él. Cristo llevó nuestra condenación, nosotros no tenemos que cargarla más. Nosotros somos justificados por un  proceso sustituto.

Nuestra salvación depende completamente de lo que Dios ha hecho en Cristo. La redención señala un precio pagado (1 Pedro 1:18-19). La sustitución nos dice cuánto  fue pagado y por quién y para quién fue pagado. Fue adquirido a un alto costo, el precio de Su propia sangre. Cristo pagó el precio que compro nuestra salvación. El Hijo de Dios murió de una vez por todas por el pecador y por lo tanto, quita su pecado. No hay espacio para la actividad humana.

Jesucristo como nuestro sustituto él mismo se hizo uno por aquellos por los que Él Sufrió. Él está en la más estrecha relación con aquellos para los cuales murió. Además,  ya que la paga del pecado es  cargada por nuestro Sustituto de salvación llega a su consumación sólo cuando el pecador se ha convertido en uno con su Sustituto, y mira su pecado y la justicia de Cristo con la misma  mente como su Sustituto.

Por esta razón, las Escrituras demandan una respuesta personal de fe en la obra terminada expiatoria de Cristo.

Nuestra salvación totalmente depende de nuestro sustituto divino que tomó nuestro lugar en la cruz. Jesucristo cargó lo que nosotros deberíamos haber cargado, Él es nuestro sustituto. Cristo pagó el precio de nuestra redención. "Cristo murió por nuestros pecados."

Jesús dijo, "Yo soy el buen pastor, el buen pastor  su vida da por las ovejas. . . Yo doy mi vida por las ovejas" (Juan 10:11, 15b). "Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos" (Juan 15:13).

La Biblia insiste en que nosotros pongamos nuestra fe y confianza en la obra terminada de Cristo en la cruz para ser justificados ante Dios. "Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado" (Gálatas 2:16).

La justificación significa que Dios declara al creyente pecador justo delante de Él, la cual es una declaración de paz, que ha sido posible por la muerte de Cristo en la cruz (Rom. 5:1). Ningún pecador puede merecer esa relación correcta con Dios. No puede ser ganada por nuestra virtud, porque somos pecadores. El amor de Dios "derramado en nuestros corazones" (traducción literal). Antes de que nosotros seamos salvos, Dios demostró Su amor enviando a Cristo a morir por nosotros.

¿Ha respondido por la fe al Divino Sustituto de Dios que murió por usted? Él muere o usted morirá. "Crea en el Señor Jesucristo y serás salvo.”  

Selah!

Mensaje por Wil Pounds (c) 2009 traducido por Katia Blandin