¿Cuál es su actitud hacia la venida de Jesucristo como el Mesías y el Salvador del mundo?

María, la futura madre de Jesús declaró en la canción "Mi alma engrandece al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. . . " (Lucas 1:46-47).

¿Su corazón "hace grande el Señor"? ¿Su espíritu se regocija en "Dios, mi Salvador"?

Grande es la misericordia del Señor sobre nosotros. El corazón de María se llenó al rebosar con acción de gracias por el privilegio de servir al Señor Dios, como una humilde muchacha.

Porque hemos sido salvos por la gracia de Dios por medio de Jesucristo, nosotros  tenemos el maravilloso privilegio y la oportunidad de magnificar al Señor con nuestras vidas. Hemos sido salvos para servirle. Nuestros corazones se han hecho nuevos por el nuevo nacimiento y nosotros nos regocijamos en Dios nuestro Salvador.

El Señor Dios es grande y es digno de nuestra adoración. María proclamó la grandeza del Señor, cuando declaró: "Mi alma engrandece al Señor".

Con un corazón alegre ella gritó con entusiasmo: "Mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador".

¿Ha puesto el Espíritu Santo una profunda alegría en tu corazón? ¿Esa profunda, profunda paz le hace estallar a veces, regocijándose en la gran salvación que Dios ha traído a tu vida? Hay una paz y alegría en el corazón del cristiano que es honda y profunda, porque Dios la ha puesto allí. Conviene que nuestros corazones se alegren y sigan regocijándose en las cosas grandes y ocultas que Dios ha hecho.

"Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!" (Fil. 4:4). El apóstol Pablo nos dice compartir esa alegría con los demás.

El cristiano debe estar tan lleno de gozo, que su corazón desborde de regocijo para que el resto del mundo se encuentre en el asombro y quiera saber la fuente.

El himnario del pueblo judío está lleno de alegría y regocijo, incluso en las circunstancias más turbulentas.

La canción de María estaba llena de citas de los Salmos. Jesús más tarde aprende a cantar las mismas canciones mientras está sentado en el regazo de su madre.

"Mi alma engrandece al Señor y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador" (Lucas 1:46-47; cf. Salmo 34:2 f; 35:9). Ella puede cantar porque "el Poderoso ha hecho obras grandes por mí, y su nombre es santo. Y Su misericordia está sobre generación tras generación, hacia los que le temen "(v. 49-50; cf. Sal. 103:17; 98:1; 118:15).

El Señor Dios ha hecho obras grandes y poderosas, y podemos regocijarnos y seguir regocijándonos con el corazón lleno de alabanza y adoración a nuestro gran Dios.

¿Hay algunas situaciones físicas en las que el Señor te ha librado? ¿Te ha salvado de algunas circunstancias peligrosas? ¿Te ha salvado de la muerte? Él ha velado por ti y te libró de, en, o quizás a través de tiempos turbulentos violentos? ¿Puedes decir con el apóstol Pablo, que estamos "atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados, perseguidos, mas no desamparados, derribados, pero no destruidos, llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos" (2 Cor. 4:8-10).

Que está transformando la gracia que hace que el corazón se regocije en las cosas grandes y poderosas que Dios hace en nuestras vidas. Cuando usted se regocija y se mantiene en alegría, usted está experimentando la mejor canción de la liberación en la vida.

¿Le alegra que haya sido liberado del mal? ¿Le alegra que usted este siendo conforme a la imagen de Jesucristo? Todo lo que Dios está haciendo en su vida en el momento actual es con el propósito de hacerle semejante a la imagen de su Hijo. Eso debería hacerle que se regocije en todas las circunstancias y pruebas.

¿Se alegra usted cuando la ráfaga ardiente del horno se agota en su cara? Usted no puede hacerlo en su propia fuerza. Nuestra canción viene del poder que nos da "que la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a  muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal" (2 Cor. 4:10-11).

Dios nos pone en nuevas experiencias, que están más allá de nosotros, y nos hace perder la esperanza en la carne, y clamamos: "¡Señor, sálvame". Es entonces cuando nos regocijamos y Él puede usarnos para su gloria.

Selah!

Mensaje por Wil Pounds (c) 2009 traducido por Katia Blandin