¿Qué cree que Dios el Hijo diría a Dios el Padre durante la noche antes de que Él diera Su vida como expiación por el pecado del mundo?

Imagine conmigo por un momento lo que la comunicación divina entre Dios el Padre y Dios el Hijo debe ser. Me pregunto qué conversación profunda debe tener lugar entre los miembros de la Trinidad. La comunicación entre la Divinidad debe ser demasiado profunda e inconmensurable de comprender para nosotros. El SEÑOR dijo a Isaías: "Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos. . . Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos" (55:8-9).

Aún, en la oración de Jesús registrada en el capítulo diecisiete de Juan, se nos permite entrar en esta profunda conversación  que está pasando en la Deidad. Es exaltado, santo y sublime. Es Dios hablando a Dios. Esta oración está llena de frases sencillas que comunican pensamientos profundos de Él Mismo (Juan 17:1-5), para Sus discípulos que estaban con él (Juan 17:6-19) y para usted y para mí (Juan 17:20-26).

Jesús es entonces, la zarza ardiente del Nuevo Testamento sobre el terreno más sagrado en el suelo del Nuevo Testamento.

Esta es una "oración sincera y cariñosa" de lo profundo del corazón de Jesús. Es "tan honesta, tan simple, tan profunda, tan amplia, nadie puede profundizar en ella", escribió Lutero.

En el versículo la petición es tan simple, pero tan profunda en su simplicidad. "Padre. . . glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti. . . . Ahora pues, glorifícame tú, al lado tuyo, Padre, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese" (Juan 17:1, 5).

Jesús habla de Su gloria pre-encarnada en la eternidad pasada antes de que Él se hiciera carne. Jesús poseyó y manifiesto la misma gloria con Dios antes de que Él se hiciera carne. La esencia misma de la deidad que Jesús poseyó no puede ser cambiada. "Él existió en la forma de Dios." Él era igual a Dios (Fil. 2:6). Jesús fue y es esencialmente e inalterablemente Dios. Este hecho no cambió cuando Él tomó además "forma de siervo, hecho semejante a los hombres" (Fil. 2:7).

El apóstol Pablo en Filipenses 2:7 escribe del despojamiento de las manifestaciones externas visibles de la gloria visible de Jesús en Su carne. Pablo es cuidadoso en recalcar que Jesús no se despojó a Sí Mismo de Su naturaleza divina, o de Sus atributos esenciales de la deidad. Fue una auto-limitante de Su gloria exterior visible y no de Su deidad. Él limitó sólo la manifestación de Su gloria, que Él demostró en el cielo. Él es Dios del Dios verdadero. El despojamiento fue tomando forma o las características esenciales de un siervo, y humillándose "a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, muerte de cruz" (v. 8). Él se pareció a cualquier sirviente doméstico de hoy en día. Él fue totalmente humano- plenamente Dios.

Jesucristo conservo todos los atributos esenciales, que no cambian e invariables, esenciales de la naturaleza de Dios. La naturaleza esencial de Jesús es la misma que la naturaleza esencial de Dios. La forma esencial nunca se modifica y nunca cambia. Él es Dios.

Ya que es verdad acerca de Jesús, entonces ¿qué quiere decir Él cuando dice al Padre: " Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo, antes de que el mundo fuese" (Juan 17:5)? ¿Este Jesús orando por la restauración de Sus atributos esenciales de la divinidad? No, por supuesto, que no, eso es imposible porque Su deidad nunca cambió. Esta gloria era la gloria de Dios. Sin embargo, Jesús no manifestó esta gloria durante los días de Su encarnación. Él la oculto detrás del velo de Su carne. Jesús va a glorificar al Padre en Su gloria exterior visible como lo hizo en la eternidad pasada. Su gloria presente en el cielo es aún mayor que en el pasado porque Él fue obediente al Padre hasta la muerte. "Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre" (Fil. 2:9). Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y toda lengua "confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre" (Fil. 2:10-11). Es evidente que esta gloria es lo máximo en alabanza, honor  y gloria de renombre que alguna vez puede ser dada. Es de Su valor intrínseco o carácter. Todo lo que puede ser apropiadamente conocido de Yahvé, Jehová o el SEÑOR es la expresión de Su gloria.

¿Quién es este Rey de gloria?

Jehová el fuerte y valiente,

Jehová el poderoso en batalla. . .

¿Quién es este Rey de gloria?

Jehová de los ejércitos,

Él es el Rey de la gloria" (Salmo 24:8, 10).

Cuando nosotros hemos visto a Jesús, nosotros hemos visto al Padre.

Selah!

Mensaje por Wil Pounds (c) 2009 traducido por Katia Blandin