Los discípulos de Jesús vieron Su gloria. Ellos miraron Su carácter, que es el carácter de Dios. "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros) y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad" (Juan 1:14).

Cuando nosotros vemos a Jesús, nosotros podemos ver al Padre. Él "está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer" (v. 18).

El Antiguo Testamento habla de la gloria de Dios que es tan brillante como el resplandor de la pantalla de la luz, ningún hombre podía acercarse a ella. El SEÑOR esta vestido de esplendor y majestad. El rostro de Moisés resplandeció con una irradiación o iluminación de un modo extraño y maravilloso cuando bajó de la montaña después de hablar con Dios (Éxodo 34:29-35). Todo su ser personal fue dominado, capturado, e iluminado por la comunión con Dios. Había una conciencia suprema de la presencia de Dios.

Esa Shekinah la nube de la gloria de Dios fue vista cubriendo el tabernáculo de reunión en el desierto (Éxodo 40:34). "Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba" (v. 35). Dios bendijo Su lugar de reunión con Su santa presencia, en una nube de día y una columna de fuego por la noche. Cuando el Templo de Salomón fue dedicado, Dios manifiesta Su presencia, llenándolo con Su nube de gloria (1 Reyes 8:10-11). "La gloria de Jehová llenó la casa de Jehová."

El apóstol Pedro, Santiago y Juan estaban allí  en un monte, cuando Dios el Padre glorifico a su Hijo en Su transfiguración (2 Pe. 1:16-17; Mat. 17:2). Dios el Padre glorifico a Su Hijo, para que Él glorificara al Padre.

En Juan 17:1,5, Jesús ora al Padre "Padre, la hora ha llegado, glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti. . . . Ahora pues, glorifícame tú, al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese. "

Jesús poseyó la plenitud de los atributos de Dios y el carácter en el sentido interno. Además, Él también poseyó la plenitud de la gloria  externa visible de Dios. Cuando los discípulos miraron el rostro de Jesús vieron al Padre celestial. En Su encarnación, Jesús no demostró o manifestó los atributos visibles de Su deidad, Su deidad permaneció velada, si Él no lo hubiera hecho, los discípulos no habrían sido capaces de acercarse a Él. Sin embargo, Jesús conservo la plenitud de la gloria de Dios en el sentido interior y la revelo a Sus discípulos. Cuando Él regrese en gloria, nosotros también le veremos tal como Él es.

Desde Su ascensión al cielo, después de Su resurrección, Jesús ha sido exaltado en gloria. Él ha recibido incluso una mayor gloria a causa de Su obediencia a la voluntad del Padre. Como se relata en Juan 17, Jesús ora al Padre, era que Él podía volver a entrar en la gloria del cielo visible.

Esteban, el primer mártir cristiano, vio la gloria en Hechos 7:55-56. Esteban "puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, y dijo: 'He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre que está a la derecha de Dios".

Estas palabras del mártir han sido un dulce estímulo a muchos mártires de Cristo a través de los siglos de la persecución del cristianismo.

¿Ha visto el rostro de Jesús y ha visto el rostro de Dios? Es ahí donde nosotros vemos la gloria de Dios. ¿Está pasando por una prueba de fuego? Es aquí donde encuentra su fuerza, no sólo soportándola, sino también triunfar para alabanza de Su gloria. Dios provee la fuerza "para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amen" (1 Ped. 4:11).

Además, nosotros nos regocijamos con alegría, cuando Cristo es plenamente revelado "en la revelación de su gloria" en Su segunda venida (v. 13).

Jesús también oró que nosotros también, participaríamos de la gloria de Cristo que el Padre será glorificado (Juan 17:5, 10). Hasta cierto punto ya participamos en ella, cuando nosotros personificamos la semejanza de Jesús Cristo. Cuando nosotros personificamos Su carácter y el fruto del Espíritu, nosotros poseemos Su gloria. Jesús es glorificado por medio de nosotros. Jesús oró: "todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío, y he sido glorificado en ellos" (los discípulos). "Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor" (2 Cor. 3:18).

Sólo hay una manera de lograrlo y Dios recibe toda la gloria. Solo Dios es el  responsable de los resultados. A medida que miramos el rostro de Jesús por la fe, nosotros somos transformados gradualmente en la semejanza de Jesucristo. Ahora bien, cuando eso ocurre sólo Dios recibe la gloria. Es una obra de la gracia de Dios.

Esto debe ser motivación y estímulo para que nos esforcemos a diario para glorificar el nombre de Jesús; para que Él glorifique al Padre. Cuando nosotros lo glorificamos, Él muestra Su gloria, y el Padre es glorificado. Nosotros somos insuficientes para tal ministerio, pero nuestro Dios es todo-suficiente. (2 Cor. 3:5-18).

Nosotros glorificamos hoy a Jesucristo cuando nosotros mostramos Su carácter en nuestra vida diaria.

En un día grande y glorioso nosotros vamos a contemplar Su gloria en todo su esplendor cuando Él venga en Su nube de gloria (Hechos 1:9-11).

Selah!

Mensaje por Wil Pounds (c) 2009 traducido por Katia Blandin