La Vida abundante que Jesús describe es la vida de Dios mismo.

Dios coloca la nueva vida espiritual dentro del individuo, en el momento que él responde a la gracia de Dios y cree en Cristo como su Salvador personal.

Este es el comienzo de una vida nueva para aquel que estaba muerto espiritualmente en ofensas y pecados.

Jesús dijo, "he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia" (Juan 10:10 b). La vida abundante es algo que va creciendo. Es cada vez más abundante en la vida del creyente que se destaca.

Dios planta su vida en la persona que oye la Palabra de Dios y cree. El creyente nacido de nuevo cada vez más entra en la experiencia de la nueva vida espiritual por creer y rendirse a Cristo. Es como un manantial de agua que brota permanentemente en un flujo abundante de recursos de profundidad. Ahora el cristiano debe vivir en un camino de vida abundante.

¿Estás viviendo en la abundancia de Dios? Tú puedes ser un cristiano y perderte la vida abundante. Dios te invita a entrar en ella cada vez más, a medida que confías en Jesús para cambiar tu vida diariamente.

Este desborde de vida, es Cristo viviendo su vida en ti, como tú mismo pones a disposición de Él y confías en Él a nuevas áreas de crecimiento espiritual.

Cuando el creyente se rinde al Espíritu Santo se da cuenta de que la gracia de Dios y el poder es suficiente, para cada necesidad real en nuestras vidas. La vida de abundancia  viene del conocimiento de que nada puede reprimir la gracia de Dios.

La salvación en Jesucristo no es una póliza de seguro contra incendios. Es el tipo de vida de Dios dada a todos los que creen en Cristo. Comienza en el momento del nacimiento espiritual, o la regeneración. Tenemos el privilegio de participar en la naturaleza divina (2 Ped. 1:4). Lo que comenzó en el nacimiento espiritual será por siempre. Es eterno e indestructible, porque es Dios. En lugar de una vida inactiva, nuestra nueva relación con Dios no cesa de entrar en esa vida que posee todas las cualidades de Dios. Jesús dijo, "yo os digo la verdad, el que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna y no será condenado,  ha pasado de la muerte a la vida" (Juan 5:24).

Si "la vida eterna" podría perderse, renuncia o quitada de nosotros, no sería eterna. Sería tan temporal como nuestra vida física. No sería la vida eterna que Dios da.

Dios es soberano y Él es eterno. Por lo tanto, sus dones no se pueden retirar. Desde que Él nos ha dado la vida eterna, esa vida es la vida eterna. Tenemos confianza en que vamos a ser glorificados con nuestro Señor.

¿Has entrado en ese gran amor y provisión de Dios? Cuando lo hagas, tu rostro brillará y tu corazón se llenará de alegría a causa de la morada de Cristo.

Si vamos a permitir que Él nos lleve a la plenitud de la vida cristiana, encontraremos nuestra mesa preparada en su presencia, nuestras cabezas ungidas con su aceite puro, y nuestras copas rebosando con su vino de alegría.

Nosotros conoceremos el amor de Dios y la abundancia, no sólo por hoy, sino para la eternidad.

La vida abundante nos asegura que podemos experimentar las bendiciones de Dios en esta vida y en el cielo también. Podemos entrar en la plenitud de nuestra gran salvación de hoy, y vamos a experimentar la bondad de Dios para siempre.

Filipenses 4:19 dice, "Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús." La persona que entra en esta nueva vida abundante en Cristo, no carecerá de ninguna cosa buena.

¿Has entrado en la perfecta paz, sabiendo que Dios es igual en cada emergencia y crisis que tú enfrentas? ¿Has experimentado la plenitud de su presencia en las experiencias de la vida cotidiana? ¿Le permites que interrumpa tus pensamientos en cualquier momento que El decida a lo largo del día?

La vida que Él nos dá se desborda en un aumento de olas de una marea espiritual. Es como un río desbordante de sus riberas en el que nada puede suprimirla. El favor de Dios hacia nosotros es interminable, porque da un verdadero suministro interminable.

Selah!

Mensaje por Wil Pounds (c) 2009 traducido por Katia Blandin