El cristiano progresa en la santificación en su vida diaria cuando el se rinde al Espíritu Santo. Él está en guerra perpetua contra la vieja naturaleza o la carne. El mayor poder en el conflicto es el Espíritu de Dios quien mora en el verdadero creyente. La morada y llenura del Espíritu Santo es el secreto de nuestro crecimiento espiritual en la semejanza de Cristo.

El apóstol Pablo reconoció la batalla del creyente con el pecado en Gálatas 5:16-17. La carne y el espíritu están en una guerra continua. El cuerpo humano no es malo en sí, pero tenemos una vieja naturaleza, con su tendencia continua al pecado y la rebelión contra Dios. Es esta vieja naturaleza carnal o  mi yo que guerrea con el Espíritu. "Pero yo os digo, camina en el Espíritu, y no llevarás a cabo el deseo de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis" (Gálatas 5:16-17).

Tenemos una vieja naturaleza, que tiene una tendencia continua al pecado y se rebela  contra Dios. El creyente nacido de nuevo tiene en su interior deseos contrarios e impulsos. Los viejos instintos de la naturaleza Adámica no están todavía destruidos. Ellos constantemente nos distraen de hacer la voluntad de Dios y nos hacen pecar.

Sin embargo, tenemos la morada del Espíritu Santo que constantemente hace la guerra en contra de esta vieja naturaleza. Él está trabajando progresivamente en nosotros para renovarnos en la semejanza de Cristo.

Cuando somos nacidos de nuevo, una nueva naturaleza o disposición se crea en el alma. La obra del Espíritu Santo en nuestra santificación progresiva afecta tanto a esta nueva disposición, así como a la de antes.

Tenemos la responsabilidad de cooperar con la operación de gracia del Espíritu Santo, por la cual Él nos libera de la contaminación del pecado, renueva toda nuestra persona de acuerdo con la imagen de Dios, y nos permite agradar a Dios en nuestra vida cotidiana.

Es por la obra de santificación que esta "contaminación" o la corrupción de nuestra naturaleza están en proceso de ser eliminadas. Por supuesto, no serán totalmente eliminadas hasta que veamos a Jesús en su gloria.

Es por la santificación progresiva que Dios cura nuestro pecar, precisamente por curar nuestra naturaleza pecaminosa. Él hace al árbol bueno para que la fruta pueda ser buena. Nuestra santificación personal es un proceso progresivo y gradual, no instantáneo. De hecho, es un proceso de la vida que comenzó con nuestra regeneración espiritual y continuará hasta que veamos a Jesús en la gloria.

El Espíritu Santo vive dentro de nosotros a fin de cambiarnos las profundidades internas de nuestra persona, no sólo para influir en nuestras emociones y comportamientos. Él trabaja para erradicar nuestros pecados, y no sólo para contrarrestar sus efectos. Él está trabajando para lograr un cambio radical en nosotros (2 Cor. 5:17; Rom. 12:2).

El modo de Dios de limpiar la corriente es limpiando la fuente. El Espíritu Santo va a la fuente de nuestro problema. Él no está contento de atacar la corriente de nuestras actividades; Él va directamente al corazón en el cual las cuestiones de la vida fluyen (Mar. 7:20-23). La Biblia no nos da ninguna promesa de que la fuente será completamente limpiada de una vez, y por lo tanto ninguna promesa de que la corriente fluirá perfectamente pura desde el principio. No hay ninguna promesa de la erradicación, de una vez por todas, de nuestra vieja naturaleza en esta vida. Esto realmente, sin embargo, enseña una santificación progresiva del creyente en esta vida.

Cuando nacimos de nuevo, un cambio de dirección y  disposición tuvo lugar en nuestras vidas. Ahora somos una "nueva criatura" (2 Cor. 5:17). Ahora tenemos una nueva dirección, nueva disposición, nuevas actitudes, etc. hacia Dios.

A pesar de que somos una nueva creación, no somos totalmente nuevos. Todavía tenemos en nosotros una inclinación hacia el pecado, y será hasta aquel día en que nosotros "seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es" (1 Juan 3:2).

Realmente tenemos " tendencias naturales hacia el mal " que consisten en aquellas viejas características o atributos que inclinan al creyente hacia el pecado. Esto es nuestra vieja naturaleza o mi viejo yo que todavía conservamos, aun cuando nosotros hayamos experimentado la regeneración espiritual.

En la obra del Espíritu Santo, esta vieja naturaleza es progresivamente erradicada y la nueva naturaleza es "alimentada" y perfeccionada.

Cuanto más podamos madurar y crecer a la semejanza de Cristo, más nos damos cuenta del pecado en nuestras vidas. Esta es la obra del Espíritu Santo. Pero Él también consuela nuestros corazones con el conocimiento de que "no hay ninguna condenación para los que están en Cristo".

El apóstol Pablo hace hincapié en una acción habitual continua por parte del creyente como él conduce su diario "Andar en el Espíritu." Dejemos que esta sea su forma habitual de vida. Cuando estamos bajo el control de la influencia del Espíritu Santo, nosotros "no llevaremos a cabo el deseo de la carne".

El versículo diecisiete subraya la oposición constante de "la carne es contra el Espíritu y el Espíritu es contra la carne".

Selah!

Mensaje por Wil Pounds (c) 2009 traducido por Katia Blandin