¡Soy Salvo! No hay sí, y o peros,  acerca de este hecho maravilloso. No hay nada que me quede por hacer para completar mi salvación. Jesucristo hizo todo en el Calvario. El pacto de la salvación por gracia mediante la fe se ha escrito en su sangre santa, sin mancha.

El pacto de su sangre garantiza todas las bendiciones espirituales que son mías para siempre. Todo lo que era necesario para garantizar mi salvación fue completado cuando Jesús gritó: "¡Consumado es!"

Desde que he nacido de nuevo por el Espíritu de Dios, no hay nada por mí que hacer para ser salvo o hacer cualquier cosa para mantenerlo. La transacción se completó desde el momento en que creí en Cristo como mi Salvador.

Es la muerte sustituta de Cristo que me salva. Es la misma justicia de Dios que condenó a Jesús y lo envió a la cruz para salvar al creyente en Jesucristo. El pecador creyente no puede ser castigado, porque Jesucristo tuvo su castigo.

Si Dios es injusto, voy a ser condenado y enviado a un infierno eterno. Sin embargo, como Dios es justo, Él no me castigará dos veces. Jesucristo ya ha pagado mi castigo en su totalidad. El único pago por mis pecados ya ha sido extraído por la muerte de Jesús en mi nombre. Jesús pagó la deuda en su totalidad y recibió el recibo.

La enseñanza de la Biblia es muy clara.  A no ser que Dios pueda ser tan injusto para exigir dos veces el pago por una deuda, ninguna persona que ha puesto su confianza en Cristo alguna vez puede ser castigada otra vez.

Dios es justo. Ese es el fundamento de mi confianza. Puesto que Dios es justo, el pecador no creyente, que no confía en Cristo debe ser castigado. Sin embargo, Jesucristo está en el lugar del creyente y es castigado en su lugar. Puesto que Dios es justo, el pecador que  invoque el nombre de Jesús creyendo que Él murió en su lugar no puede ser enviado al infierno.

La salvación por la gracia de Dios a través de la fe en Cristo depende del carácter inmutable de Dios. Dios tiene que cambiar sus atributos eternos antes de que alguien por quien Cristo murió como sustituto pueda ir al infierno. Pero el hecho es que es inmutable, Él no cambia.

Jesucristo tomó el lugar del creyente y llevó el castigo de muerte para aquel creyente. Cristo sufrió por el castigo del creyente.   Soy un pecador, y yo debería según la ley de Dios pagar la pena por mis pecados. "La paga  del pecado es muerte." Yo soy un pecador, y es la justa pena. Yo merezco que toda la fuerza de la ira de Dios se derrame sobre mí.

El apóstol Pablo preguntó, "¿Quién pondrá algún cargo a los elegidos de Dios?"¿Dios? No, Dios no  porque Él justifica al pecador creyente. ¿Cristo? No, porque Él murió por mí y resucitó. ¿El Espíritu Santo? No, porque Él entró en mi vida y causó la regeneración espiritual.

Yo soy un pecador por quien Jesucristo murió. El No murió por el santo o moralista. Él murió por mis pecados. Mi confianza está en lo que Cristo hizo por mí, y está completa, nunca será repetida o anulada en el cielo. Descansa mi alma, no en lo que soy o no, o llegaré a ser, o  sentiré, o sabré, o experimentaré emocionalmente, sino en lo que Jesucristo hizo por mí como mi sustituto divino. "Por lo tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo" (Romanos 5:1).

Selah!

Mensaje por Wil Pounds (c) 2009 traducido por Katia Blandin