El Espíritu Santo suprime los malos impulsos de la naturaleza como el creyente confía en Él para hacerlo. A medida que cooperamos con él en la obra de santificación Él nos hace capaces de ser victoriosos en la vida cristiana.

Es responsabilidad de cada creyente someter su vida al control del Espíritu Santo.

En el contexto de la comunión cristiana en una iglesia conflictiva, devoradora y destructora, el apóstol Pablo advirtió a los cristianos a "caminar por el espíritu." Condúzcase usted mismo bajo el poder y la influencia del Espíritu Santo. Deje que el  impulso interno del Espíritu Santo continúe controlando su comportamiento.

El Espíritu es la fuente de todos los impulsos buenos y afables en su vida. Él trabaja en el creyente capacitándole con fuerza santificadora. El Espíritu nos da la sabiduría y la dirección y por Su ayuda y poder vivimos y vencemos las tentaciones inevitables, penas y gozos de la vida.

El tiempo presente del verbo "andar" (peripateite) indica una condición permanente o necesidad. Pablo está alentando a los creyentes a seguir haciendo lo que han estado haciendo, es decir, "seguir caminando por el Espíritu." Mantenerse en el paso, no desmayar.

Es la responsabilidad de los cristianos hacer que el Espíritu Santo gobierne su vida. Vivir continuamente en y por el poder del Espíritu Santo. Deje que el Espíritu siempre continúe dirigiendo su vida, y cuando él está guiando su vida "no se llevará a cabo el deseo de la carne".

¿Cómo cumple el cristiano la "justicia de la ley" sin convertirse en un legalista? Romanos 8:4 nos dice "caminar según el Espíritu". "Así que la exigencia de la ley fuese cumplida en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino según el Espíritu" (Romanos 8:4).

En vez de morder, devorar y consumirnos unos a otros, que es el resultado del cumplimiento de los deseos de la carne, deje que el Espíritu Santo produzca Su clase de justicia en su vida.

Como creyente "seguir caminando" por la vida dependiendo de la morada del Espíritu Santo de Dios por Su orientación y el poder.

El énfasis que el apóstol Pablo está haciendo en ésta petición al Espíritu Santo es la responsabilidad de la persona. El Espíritu Santo no funciona automáticamente en el cristiano. No nos hacemos robots cuando creemos en Cristo. Sin embargo, como el cristiano se rinde ante el control del Espíritu, la promesa es que el enfáticamente no  cumplirá los deseos de la carne. Pablo usa una doble fuerza negativa a reforzar esta gran verdad. El Espíritu Santo quiere que seamos obedientes y cuando lo obedecemos  podemos superar estos malos deseos (vv. 19-21).

Esta gran verdad bíblica nos libera de ir a los extremos de la libertad como la licencia y el señorío como el legalismo. El verdadero cristianismo no es ni licencia ni legalismo. Hemos sido puestos en libertad para vivir en Cristo. "Fue por la libertad que Cristo nos hizo libres. Por lo tanto, mantenerse firme y no ser objeto de nuevo al yugo de la esclavitud" (5:1). El Espíritu Santo nos libera para vivir en la libertad espiritual. Él nos libera de la pena y el poder del pecado y un día nos librará de la presencia del pecado.

La Biblia nos enseña que el cuerpo humano no es pecaminoso, es neutral. Sin embargo, cuando el Espíritu Santo está en control del cuerpo, vivimos en una manera que agrada a Dios. Cuando el Espíritu Santo no está en control es que vivimos en una forma que satisface los deseos de la carne - la vieja naturaleza, con su conducta pecaminosa.

No podemos ganar la victoria espiritual por nuestra fuerza personal o fuerza de voluntad. Una vez que deja que el Espíritu Santo le guíe, "entonces usted nunca satisfacerá las pasiones de la carne." La promesa se realiza en los que continuamente caminan o viven por el Espíritu. Los que caminan por el Espíritu, definitivamente no (enfático) cumplen los deseos de la carne. Esta es la única garantía de que no vamos a ceder ante el poder dentro de nosotros que conduce a un comportamiento pecaminoso. Usted siempre sabrá quién o qué está en control por las obras (vv. 19-21), o el fruto (v. 22-25).

Selah!

Mensaje por Wil Pounds (c) 2009 traducido por Katia Blandin