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Mensaje por Wil Pounds y todo el
contenido de esta página (c) 2017 por
Abide in Christ, Inc.
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este material, pero no puede ser vendido
bajo niguna circunstancia, y sin la
autorizacion del autor. Cotizaciones de
escritura de la Santa Biblia Reina y
Valera Revision 1995.
Usado con permiso.
"RVR1995" are
taken from the Reina-Valera 1995 version. Copyright
© Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Used
by permission. Escritura
citas de "LBLA"
es la
Biblia de las Américas (c) 1973, y la
actualización de 1995 por la Fundación
Lockman. Usado con permiso.
Morando en el Espíritu Santo
Cuando el
Día de Pentecostés totalmente había venido los
discípulos se dieron cuenta por que Jesús subió al
cielo. Él los dejó con el fin de que él pudiera
estar con cada uno de ellos en una relación más
íntima.
El
Espíritu Santo vino a cumplir el ministerio de
Jesucristo. "Yo he venido para que tengan vida y la
tengan en abundancia", dijo Jesús (Juan 10:10b). El
mora para que Él pueda reproducir el carácter y la
semejanza de Jesucristo en el creyente nacido de
nuevo. Él continua haciendo y enseñando todo lo que
Jesús comenzó a hacer y a enseñar, cuando Él estuvo
aquí en la tierra (Juan 14:26; 15:26; 16:13-17).
Él anhela
que respondamos a Su amor y nos hace disponibles a
Él para vivir Su vida en y a través de nosotros (1
Cor. 3:16-17).
¿Qué
encuentra el Espíritu en el templo de nuestro
cuerpo? Con demasiada frecuencia, el templo parece
un santuario profanado, descuidado, sucio, quizás
contaminado.
Nosotros
lo contristamos a Él, y apagamos Su presencia
ardiente por nuestras actitudes y comportamientos.
El Espíritu Santo está siempre listo para usarnos, y
anhela hacernos Sus instrumentos
de gracia y misericordia a un mundo perdido. ¿Qué
trágico cuando le negamos Su lugar en nuestros
corazones?
Nosotros
hemos aprendido una y otra vez que nuestro Dios es
el Dios de una segunda oportunidad. Estamos muy
agradecidos de que Él "restituirá los años que comió
la langosta" (Joel 2:25). "Esta es la misericordia
eterna", dice Fitch. "Él nos dio otra oportunidad de
hacer lo que hemos dejado de hacer" (p. 125).
Permanecemos en Él cuando morimos a diario al amor
propio y nos consideramos muertos al pecado y vivos
para Dios.
Jesús dijo
a sus discípulos: "Si alguno quiere venir en pos de
mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y
sígame" (Lucas 9:23).
Por lo
general, nos tratamos a nosotros mismos como si
somos los únicos de gran valor, las personas más
importantes en el mundo. En lugar de que Jesús sea
nuestra persona más valorada, nos hacemos la
prioridad. Jesús dijo que tenemos que morir al amor
propio y convertirlo a Él en nuestro primer amor.
El apóstol
Pablo aplicó esta gran verdad para el creyente,
cuando escribió: "Así también vosotros consideraos
muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo
Jesús Señor nuestro" (Romanos 6:11).
Cuando
nosotros diariamente morimos al pecado y al yo y
contamos en Jesús, nosotros permanecemos en
Él. Este es el ministerio vital del Espíritu Santo
en nuestra vida diaria. Este es un aspecto
importante de nuestro crecimiento espiritual.
Dios está
con nosotros y en nosotros por la constante
presencia del Espíritu Santo. Nuestra
responsabilidad es hacernos disponibles para Él. Él
nos tomará y nos limpiará y nos usara para cumplir
Su propósito eterno en y a través de nosotros.
El
Espíritu Santo ha venido a cumplir el ministerio de
Jesucristo. Él hace esto en
aquellas personas que han creído en Cristo y que se
hacen disponibles al Espíritu sin reserva. Permita
al Espíritu de santidad la libertad de aplicar la
sangre de Jesús para continuar limpiándonos a
diario, momento a momento de todo pecado. Permítale
aplicarlo a su conciencia diaria y servir al
Señor con la plenitud de Su Espíritu. Caminamos en
la luz con Él y permanecemos en Su presencia, cuando
permitimos que la sangre de Jesús nos limpie de todo
pecado. Como resultado, el Espíritu Santo fortalece
nuestra conciencia y profundiza nuestra fe en
Cristo. Al hacerlo, le damos la libertad de usarnos
para Su gloria.
Cuando
nosotros somos limpiados y restaurados todos los
días mantenemos agendas cortas con Dios y el
Espíritu mantiene nuestro corazón sensible al más
leve susurro de Su voluntad. El Espíritu Santo nos
da una sensibilidad a la inquietud cuando estamos
tentados a pecar o a no caminar por fe. Nos hace
odiar el pecado como Dios odia el pecado, y a darnos
cuenta de que el pecado rompe nuestra comunión con
Dios. Como Charles Wesley escribió: "¡Ah Dame,
Señor, un corazón sensible que tiembla ante el
acercamiento del pecado". Y puede Él constantemente
recordarnos que la única forma de restauración de la
permanente comunión es la sangre purificadora de
Jesús.
Mantenga
su corazón sensible hacia Él y Él morará en usted y
usted en Él.
Selah!
Mensaje por Wil Pounds (c) 2009 traducido por Katia
Blandin
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