Una de las mayores bendiciones para el cristiano nacido de nuevo es el sentido profundo de la paz con Dios (Fil. 4:7, 9; Col. 3:15; Juan 14:27).

El apóstol Pablo escribió: "Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo" (Romanos 9:1).

Pablo toma un triple juramento aquí debido a las profundas convicciones sobre la salvación del pueblo Judío. Él hace una fuerte afirmación positiva en Cristo, una declaración negativa que no está mintiendo, y la apelación a su conciencia como un testimonio "en el Espíritu Santo." Pablo vio a Cristo y se regocijo, miró al pueblo Judío perdido en el pecado y lloró. Pablo estaba dispuesto a ir al infierno por el bien de sus amigos Judíos que estaban perdidos.

La conciencia es la facultad del hombre que evalúa nuestras acciones, junto con nuestros pensamientos que, o bien nos acusa o nos defiende a nosotros del pecado. Nuestra conciencia es una parte importante de la naturaleza humana en todo el mundo. No es un indicador absolutamente confiable de lo que es correcto y lo incorrecto. Podemos tener una "buena" conciencia (Hechos 23:1); (1 Tim. 1:5, 19), una "clara" conciencia (Hechos 24:16; 1 Tim. 3:9; 2 Tim. 1:3; Heb. 13:18), o una conciencia "culpable" (Hebreos 10: 22), una conciencia corrupta (Tito 1:15), una conciencia "débil" (1 Cor. 8:7, 10, 12), o una conciencia cauterizada (1 Tim. 4:2).

Lo maravilloso acerca del evangelio es que "la sangre de Cristo" limpia la conciencia. El escritor de Hebreos dice, "¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?" (Hebreos 9:14).

La conciencia es la  que permanece de la imagen de Dios en el hombre después de la caída de Adán. El hecho universal de esta voz interior es importante. Es una ley divina. Debido a que somos pecadores, la obediencia a la voz de la conciencia siempre debe ser probada con una aceptación de la voluntad de Dios revelada en las Escrituras (Juan 8:7-9; Rom. 2:15-16; 9:1; Tito 1:13 -15).

El apóstol Pablo advirtió, "Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas" (Tito 1:15, Phillips). La conciencia está contaminada, porque tanto la luz de ellos como del Espíritu Santo es rechazada.

La conciencia en el creyente nacido de nuevo se restaura a su posición elevada como los estudios cristianos y medita en la voluntad de Dios revelada en la Biblia. Para el cristiano maduro el testigo de la conciencia se encontrara con el testigo del Espíritu Santo como lo que complace a Dios (Rom. 9:1). Debemos buscar continuamente tener una conciencia libre de ofensa hacia Dios y hacia los hombres" (Hechos 24:16).

Que el Espíritu Santo limpie los rincones más profundos de nuestros corazones por la purificación infinita que sólo Dios puede lograr por medio de la sangre de Jesucristo. Que nos haga sensibles al más leve susurro de su Espíritu Santo. Su Espíritu nos da una sensación de inquietud cuando somos tentados. Él nos hace odiar todo lo que nos separará de la comunión permanente con Dios.

Para mantener una buena y clara conciencia que es sensible al Espíritu de Dios, debemos confesar todos los pecados de los que estamos conscientes y caminar en la luz de la Palabra de Dios. El Espíritu Santo usa la Palabra de Dios para revelar el pecado a nosotros. Cuando la conciencia reprocha escucharlo, y confiesa el pecado a Dios, clama por Su perdón basado en la muerte expiatoria de Cristo. La sangre de Jesús nos limpia de todo pecado. Oremos para que el testimonio de su conciencia y el testimonio del Espíritu Santo y la presencia permanente "en Cristo" se conviertan en uno solo. Que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia" (1 Tim. 3:9).

Selah!

Mensaje por Wil Pounds (c) 2009 traducido por Katia Blandin